No es la primera vez que se presenta, pero Turquía nunca ha estado tan cerca de acariciar los juegos olímpicos como ahora. El día 7 de este mes se decide en Buenos Aires quién será la responsable de organizar los juegos de 2020 y todas las espadas están en alto entre las 3 candidatas que han pasado el corte: Estambul, Madrid y Tokio.
Estambul tiene sobrada experiencia organizativa, de hecho la ciudad ha servido de sede para masivos eventos deportivos tales como finales de Champions League de fútbol, Final Four de baloncesto, competiciones de natación y un largo etc, por eso se presenta ante el COI con mucha confianza en sus posibilidades. La ciudad cuenta, además, con un ambicioso proyecto cuyo presupuesta ronda los 19.000 millones de dólares, el más alto de las tres; la creación de infraestructuras será inmensa y supondrá la renovación urbana de importantes áreas de la ciudad.
El problema real surgirá si la candidatura fracasa, porque Estambul volverá a la miseria deportiva en la que se ha mantenido hasta ahora. Los turcos son muy aficionados a visionar deporte (especialmente fútbol y baloncesto), pero lo de practicarlo ya es otro cantar, de hecho la ausencia de adecuadas infraestructuras deportivas es una nota dominante en el paisaje estambulí. Faltan pabellones, gimnasios, piscinas, pistas de atletismo, etc; desierto deportivo del que solo se puede salvar las instalaciones asociadas a las universidades, las cuales en líneas generales si son adecuadas

La ausencia de espacio para ubicar estos centros deportivos en la congestionada ciudad es una de las causas, pero es evidente que existe un importante déficit en la promoción del deporte y la actividad física. En cualquier ciudad pequeña de España se ve más gente haciendo deporte que en todo Estambul, de hecho pese a que cuenta con interesantes parques para correr, la mayoría están vacíos o solo son usados por un insignificante número de personas, al menos si lo comparamos con el tamaño de la ciudad. Ni que decir que tampoco existen carriles bicis y las pocas bicicletas que hay son conducidas por valientes que no temen ser atropellados por los pocos respetuosos conductores turcos.
Se trata realmente de un problema cultural que se manifiesta en la ausencia de demanda de este tipo de servicios, porque en el fondo los turcos tampoco reclaman tan abiertamente tener estas instalaciones, como si lo hacen muchos ciudadanos de otras ciudades europeas. Entre la maraña de problemas que tiene la ciudad de Estambul, parece insustancial hablar de este asunto, pero realmente debería ser un tema importante en las agendas gubernamentales, ya que el deporte es uno de los pilares del estado de bienestar de las sociedades modernas. La práctica deportiva no solo mejora la salud y calidad de vida de los ciudadanos, sino que además fomenta las relaciones sociales y sirve de alternativa lúdica para jóvenes y mayores.
Quizás Estambul lo que necesite no sea unos Juegos Olímpicos, con sus caras y poco útiles instalaciones, sino más bien trasladar esos 19.000 millones a los barrios y rediseñar por completo el paisaje deportivo de la ciudad, creando centros cercanos y fáciles de usar por los ciudadanos. Además, con esa de dinero se puede realizar innumerables campañas publicitarias que fomenten la práctica del deporte, de tal forma que, con el tiempo, sean los propios ciudadanos los que empiecen a demandar servicios e instalaciones.
Por eso, pase lo que pase en Buenos Aires, el estado turco no debería obviar este tema y debería invertir en mejorar y fomentar la práctica deportiva en Turquía, porque está claro que más tarde o más temprano Estambul celebrara unos juegos olímpicos, por ello el tener una sociedad aficionada hacía el deporte será sin duda la mejor carta de presentación ante el COI y ante el mundo.
Actualizado el 5 septiembre,2013.

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