Dicen que Ortaköy es una oda a la convivencia religiosa, porque en una pequeña manzana pegada al mar se concentra un templo cristiano, la iglesia de Aya Fokas, uno islámico, la espectacular Mezquita imperial, y otro judío, la sinagoga Etz Ahayim; armonía entre culturas que enorgullece a los habitantes de esta moderna y turística localidad, que desde hace mucho tiempo está plenamente integrada en el llamado gran Estambul.
Uno de los pueblos que más contribuyó a la prosperidad social y económica de Ortaköy fue la comunidad hebrea. Los judíos son antiguos pobladores de este barrio ribereño, de hecho incluso se cree que una pequeña comunidad ya existía en estas tierras durante el gobierno Bizantino. Con todo, el número de judíos se hizo significativo fundamentalmente tras el desastroso incendio del Gran Bazar en el año 1618, que provocó una migración masiva de judíos a esta localidad.

Tierra, por tanto, vital para los hebreos, que acogió, además, el histórico acontecimiento del desembarco de los judíos sefardíes, que tras ser expulsados de España en 1492 por los Reyes Católicos fueron recibidos en las orillas de Ortaköy por el mismísimo Sultán otomano Beyazid II.
La sinagoga de Ortaköy, también conocida como Etz Ahayim o Árbol de la vida, nació para servir las necesidades religiosas de la población asentada en el barrio y con los años se ha convertido en una de las sinagogas más prestigiosas y activas de la ciudad.
Pese a que se cree que los cimientos del edificio datan del siglo XV, el recinto ha mutado en innumerables ocasiones a lo largo del tiempo; la última gran reforma se produjo en el año 1941, tras un devastador incendio provocado por la caída de una lampara durante las celebraciones del Yom Kippur; del incendio solo sobrevivió el Ehal de mármol que había sido construido por la célebre familia Kamondo en el año 1825.
La actual sinagoga, de acceso limitado y controlado permanentemente por policía y vigilancia privada, está caracterizada por sus blancos muros y por un luminoso y ajardinado patio; dos Midrash (Haverim y Teilim) fueron incorporados al recinto tras el incendio, al que hay añadir otro adicional que fue construido para servir al culto litúrgico de la comunidad asquenazí; a la entrada de este último Midrash existe una placa en homenaje al celebre cabalista local Ribi Naftali.
A veces en el sosegado ambiente de la sinagoga se entremezclan el sonido de los rezos judíos, con la llamada de la oración islámica y el replique de campanas de la cercana iglesia, en una mezcla singular que solo posible en Ortaköy, porque estamos en una tierra sagrada para todos y en donde predomina la convivencia, un pequeño bosque urbano donde las religiones parece que han olvidado sus rencillas habituales y en donde la historia y el palpitar de la comunidad judía se ha arraigado profundamente al calor de esta sencilla a la vez que bella sinagoga.

Actualizado el 15 junio,2022.
Publicado por Miguel Ángel Otero Soliño

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