Tenía programado para esta semana publicar un post con el fin de alabar la belleza infinita de la Mezquita Azul, era uno de esos artículos importantes que llevaba tiempo guardando para que el impacto mediático del mismo supusiese un estímulo para el blog, pero lamentablemente la actualidad me ha obligado a cambiar mis planes, ya que hoy este simbólico templo ha amanecido con la sangre de muchos viandantes y turistas que en vez de admirar esta obra del arte universal se han encontrado con una trágica e injustificable muerte.
Desde Planeta Estambul, mandamos un fuerte abrazo a todos los allegados y familiares de los ciudadanos muertos y heridos, víctimas inocentes de una barbarie maquinada por gente sin escrúpulos de un supuesto estado de negra bandera que solo busca notoriedad realizando una exhibición de masacres y asesinatos; un azote que lleva maltratando desde hace tiempo a Turquía, a Oriente Medio y a toda Europa y que los occidentales hemos dejado crecer sin ponerle freno.

Pese a ello no me gustaría que el atentado y el miedo que el mismo puede generar nos convierta en cómplices del terror; no nos olvidemos que no ha sido la primera vez que ha habido un atentado en Estambul, ha habido muchos y de todos los colores, y que ninguna región del mundo y ningún país están a salvo de posibles actos terroristas. Estambul no es más peligrosa e insegura ahora de que lo era antes y aunque sea la primera vez (al menos en mucho tiempo) que se atente contra objetivos turísticos, ello no conlleva que debamos mirarla con miedo ni recelo, ya que al hacerlo, aunque sea de forma inconsciente, estamos perdiendo la batalla ante los terroristas, ya que habrán conseguido su principal objetivo que es el de asustarnos y condicionar nuestras opiniones.
De la misma forma pido, que en esta crisis de atentados no acabemos por asociar el Islam con el terrorismo, ni creamos suspicacias alrededor de todos aquellos que practican dicha religión. Los practicantes de la fe islámica son tan diversos que crear una identidad plana sobre esta religión nos impide identificar claramente quienes son los verdaderos enemigos; enemigos reales a los que hay que combatir y que pese a que muchos crean lo contrario no se encuentran entre los miles de refugiados que huyen de la guerra en Siria, quienes para su desgracia conocen perfectamente el mal en primera persona.

Para su desgracia, las sociedades musulmanas sufren continuamente el embiste de los fanáticos y en una magnitud mucho mayor que el horror sufrido por las cristianas sociedades occidentales. Su dolor no nos puede ser indiferente y en vez de mirar para otro lado y sacar conclusiones superficiales, es hora de analizar en detalle lo que sucede en estos países y apoyar a los sectores que allí luchan con mucho esfuerzo contra la barbarie y el terror y ayudarles a fomentar la democracia y la igualdad.
El miedo no nos puede conducir a darles la espalda, hay mucha gente implicada que necesitan nuestra ayuda y comprensión. Promover los derechos humanos más allá de nuestras fronteras es nuestra obligación como sociedad, una lucha incómoda y arriesgada en ocasiones, pero un objetivo que debemos abordar, queramos o no porque, sino que acabaremos tarde o temprano encontrándonos con el terror a nuestro lado.
Para finalizar, solo espero que los responsables directos e indirectos de esta barbarie acaben en la cárcel y que el gobierno turco actúe en consecuencia y deje de una vez de lado su ambigüedad y se centre de una vez en defender la vida y libertades básicas de su pueblo. Somos muchos los que estamos hartos de que en Turquía queden siempre impunes los violentos y asesinos, es hora de que se haga justicia, es hora de que los derechos humanos y la democracia sea la línea roja infranqueable. Queremos disfrutar de Estambul y Turquía en paz y sin amenazas, pero también que el resto del mundo también disfrute de ese privilegio, un derecho esencial e innegociable.

Actualizado el 20 enero, 2016.
Publicado por Miguel Ángel Otero Soliño

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